La crítica del arte representa un papel de mediación entre las obras de arte y los públicos. Los críticos fueron analistas que trabajaban con academias para ir dando una valoración de las jerarquías de los artistas y las obras. Muchos de los críticos introdujeron el giro de analizar el arte en el contexto social y político. Después en el siglo XX los críticos se volvieron una figura más sofisticada, ya no solo publicaban en revistas, periódicos o medios sobre las exposiciones, el crítico fue de la mano con el seguimiento de exposición como dispositivo cultural, apareciendo las subastas, carnavales, catálogos de arte; y entonces fueron perdiendo la importancia que tuvieron en el siglo XIX y XX, aún siendo líderes de opinión, perdieron la voz que puede determinar la relevancia.
Lo que sí es un hecho es que la crítica del arte coincide con un campo más amplio que es el del pensamiento crítico, es decir a partir del filósofo kant la filosofía se vio en el espejo para pensarse a sí misma y ver cuales son sus capacidades, siendo consciente de cuáles son sus poderes. El mercado del arte y el significado necesitaban la voz de un personaje autorizado que pudiera abrir fronteras y revelar secretos, sin quitar que la crítica tuvo tendencias, ya que los críticos eran autónomos, especialistas y tenían gente muy culta que nos podía dar luz abriéndonos los ojos.
Más tarde aparecen las estancias como los comisarios, los jurados, coleccionistas y los maquillistas. Entonces conforme la economía se fue volcando en torno al capitalismo, el sistema del arte encuentras otras voces que son protagonistas. El sistema se vuelve más complejo y existen nuevas profesiones y se vuelven nuevos competidores que ya no se les podría llamar críticos por su autonomía y su capacidad de deslindarse de intereses muy evidentes. Hoy en día tenemos críticos que defienden marcas, intereses específicos aún cuando son mejores escritores no pueden reservarse el derecho de su autonomía.