La instalación hábitos circunscritos propone ahondar la conciencia tanto a nivel individual como colectivo, sobre la violencia de género, mediante esta representación simbólica de espacios personales con una connotación que va a lo sagrado, estos hábitos intentan proteger y pretenden reflejar la vulnerabilidad de la mujer frente a diferentes situaciones a las que hemos estado expuestas de forma cotidiana, las formas de las piezas que conforman la instalación juegan con las acepciones de la palabra hábito por un lado estos hábitos que se han forjado como vestimentas de protección para el resguardo de lo femenino en una sociedad que no ha permitido develar la naturaleza de esta corporalidad humana sin que resulte una manera de peligro.
Hábitos también como una especie de práctica en la que incurrimos para salvaguardar nuestra integridad ante estas amenazas del exterior, vistos así, los hábitos se convierten en círculos de protección móviles que acompañan a la mujer como individuo y como género, y mantienen su distancia con el otro, con el peligro y así resguardaría su propia fragilidad frente al mundo.
La cinta perimetral generalmente utilizado en lugares donde se han ocurrido accidentes sucesos violentos está resignificada a través de estas piezas, la tradicional connotación de peligro, prohibido, no pasar, es transformado para delimitar círculos de protección para las mujeres, hábitos que suelen ocultar y proteger de las miradas de los peligros, una evocación del espacio personal pero también en un sentido más amplio el espacio sagrado donde las mujeres se reúnen para encontrar una protección.
En este aspecto ritual de las formas circulares ha sido reforzado por el tejido, una técnica tradicional femenina simboliza el centro de reunión y las relaciones entre las mujeres.
En un momento en que las protestas por la violencia de género en nuestro país se encontraron súbitamente acalladas con un enemigo impredecible, una pandemia mundial que ha obligado a las mujeres a recluirse en sus hogares, muchas de ellas con sus agresores, un encuentro fundamental es mantener la conciencia de una realidad que desgraciadamente no desaparece, simultáneamente esta circunstancia extraordinaria nos permite reconocernos como sororas, generando espacios solidarios de protección.
Realizar una instalación con materiales propios del imaginario, de escenas violentas para promover la reflexión es fundamental, esta violencia de género como la existencia de las relaciones entre las mujeres en una sororidad existe en la creación de espacios rituales de protección ante estas amenazas presentes en la vida cotidiana, hábitos circunscritos nos da la posibilidad de una reflexión